domingo, 29 de mayo de 2011

Día dos a cinco: Malta (II)



El plan era pasar apenas un día en Malta. Finalmente, paso cuatro. El barco no está cargado, hace mal tiempo, el oleaje no nos deja salir, pásate mañana por aquí… Nada fuera de lo ordinario. Pero leo que los rebeldes en Misrata están empujando el frente hacia el oeste, hacia Trípoli, y siento de repente la aprensión irracional de que si me retraso dos o tres días, habrán salido corriendo a decapitar a su tirano y yo habré llegado miserablemente tarde.
Viento, oleaje y fútbol. La diminuta capital de este país liliputiense está tomada por las celebraciones del Valletta F.C., que ha ganado la liga. Salgo a hacer alguna foto en la calle, la impaciencia me relame, me siento de sobra entre los turistas.

Luego, todo ocurre a velocidad de vértigo y tengo que recoger corriendo mis cosas en el hotel porque el barco espera, están en el muelle y vamos a salir para Misrata en cualquier momento. Y de coche en coche llego al puerto y el ambiente no tiene nada que ver. El barco es un antiguo pesquero japonés reconvertido en indonesio reconvertido en libio, y está lleno de cajas de medicamentos, más una ambulancia más unos cuantos médicos y dos periodistas franceses. Todo el mundo ríe y se hace fotos con los teléfonos móviles. Excepto la tripulación, cuatro indonesios menudos que más que trabajar parece que estuviesen cumpliendo condena. Y es que nada se les ha perdido en una guerra.

Luego suena la sirena, se sueltan amarras, hay un intercambio de última hora de paquetes que saltan del muelle al barco y viceversa, y salimos del abrigo del puerto a un mar enfurecido… Y mareante.

Anochece sobre el Mediterráneo. El mar es una extensión plana y azul, tan sólo se oye la maquinaria del barco y el romper de las olas según nos acercamos a África y no hay nadie en la cubierta.