lunes, 30 de mayo de 2011

Día seis: Misrata, parada y fonda



Bajo del barco a mediodía. Esto es Misrata, o al menos su puerto: grandes muelles vacíos, grúas inmóviles.

Un hombre que llevaba 38 años fuera de su país se arrodilla en el mismo muelle y reza. Se acercan unos cuantos coches y los que se bajan de ellos saludan efusivamente a los recién llegados, todos se conocen o las familias se conocen entre sí, da lo mismo. Las costumbres imponen una hora y media de saludos, confusión, carga y descarga de coches, deseos al cielo, presentaciones de tal cantidad de gente que no hay la menor probabilidad de que me acuerde del nombre de nadie.

Al rato aparece Rida, mi contacto, y me monta en el coche de un médico que me lleva a su casa, donde otros cuatro periodistas están también alojados. Apenas he llegado y ya tengo cama, comida y conexión a Internet, y qué más puedo pedir si además es gratis como aquí. No quiero abusar, pero mi experiencia me dice que casi todo en la vida se consigue con tan sólo pedir educadamente, y es lo que hago. El resultado es que mañana me iré al frente y me llevará Ahmed, un chaval joven de cara seria y pocas palabras.

Paseo por el centro de Misrata, Tripoli Street al atardecer. Tiendas destrozadas, camiones quemados, los restos de mortero y bala que dejó la batalla urbana de la ciudad hace un mes. Gadafi disparó a una mezquita y derribó el minarete, algo incomprensible. La gente me para por la calle, me pide que explique todo esto al mundo. Grupos de chicas jóvenes se hacen fotos delante de los restos de un tanque y los niños saltan para que yo les fotografíe.

La única primera impresión que puedo tener de Misrata es la evidente: polvo, sol, casas bajas de bloques de cemento de lo que sólo se puede denominar estilo neo-cutre con algún edificio grande y masivo que recuerda a las construcciones soviéticas y por una razón: Gadafi estuvo durante muchos años de la mano de sus amigos rusos.

Pero no quiero pensar más, ni caer en la tentación de describirlo todo a las pocas horas de llegar. Mañana, a trabajar.