sábado, 4 de junio de 2011

Día once: … y de nuevo la calma



Voy llegando a la conclusión de que la principal razón de que haya enfrentamientos es el aburrimiento. La OTAN no apoya que los rebeldes salgan de Misrata. La siguiente ciudad, Zlitan, pertenece a una tribu diferente a la predominante en Misrata, y entre eso y que se sospecha (pero se sospechan tantas cosas…) que son medio leales a Gadafi, los de Misrata no van a cruzar sus límites para ayudarles. Les han dado armas y dinero, dice todo el mundo, así que ahora tienen que buscarse la vida.

Además, las posiciones ganadas (como ayer mismo) se vuelven a ceder al enemigo inmediatamente: el tanque de ayer fue quemado, nada más.

Yo soy pintor, y cuando esto se acabe pintaré la ciudad entera yo solo si hace falta. Pero ahora no tengo ni la menor intención de ir al frente”. Y como él (que me lleva en coche hasta las afueras de la ciudad, dirección Ad Dafiniyah) tantos y tantos otros, porque según mis cálculos no hay más de mil soldados en los frentes que rodean la ciudad, y eso es muy poco para los cuatrocientos mil habitantes de Misrata.

En Misrata todo el mundo está contra Gadafi de una manera vocal, abierta, proactiva. Las alfombras con la cara del dictador están en las calles y la gente no deja de pisar su cara cuando pasa sobre ellas. Las ponen allí donde los coches también puedan pisarlas, quizá junto a un grafiti con la cara del guía de la revolución convertida en un demonio o una caricatura. Y sin embargo, me pregunto cuánta gente, en su fuero interno, volvería a cuatro meses atrás y se ahorraría así las muertes, las violaciones, la profunda desolación de una guerra.

Hoy me he levantado tarde y he partido para Ad Dafiniyah. Como si lo hubiese presentido, el frente estaba en calma más allá de los ruidos ocasionales de un mortero cayendo lejos, así que he vuelto a la ciudad, he hecho alguna foto en la calle (por vez primera, en una plaza de la ciudad, y rodeados de tanques capturados, se han organizado actividades para niños) a hacer esa parte de menos glamour del fotógrafo de guerra: lavar ropa. Yo no sé cómo será en otras guerras pero en ésta, uno coge su pastilla de jabón y se pasa el rato en el lavabo para conseguir que calcetines, pantalones y camisetas recobren el mínimo de limpieza necesario para el día siguiente.

Y pienso. Y me pregunto cómo será si realmente pasa lo que todo el mundo (periodistas, soldados, población civil… Todos) espera: la caída de Gadafi, el desmoronamiento súbito de los frentes, la carrera hacia Trípoli.